Cualquier adjetivo se queda corto para definir a Nicanor Parra y su poesía. Su esencia lleva consigo un aire de rebeldía, de provocación, de ironía ingeniosa hasta rabiar. Encasillar la poesía de Nicanor en alguna corriente sería atentar contra su forma natural. Por suerte, nos dejó un poema que encapsula a la perfección según él mismo cómo es su poesía:
“Durante medio siglo la poesía fue el paraíso del tonto solemne. Hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa. Suban, si les parece. claro que yo no respondo si bajan echando sangre por boca y narices”
Quiero empezar con él la sección de poesía visual, que ya estaba tardando en darle caña!! En especial, para hacerle un homenaje a este gran antipoeta que nos dejó el pasado enero a los 103 años. Aún así, se aseguró de irse habiéndonos dejado una buena dosis de su especial poesía que para mi es como un asalto: imposible que te deje indiferente.
Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona.
Nicanor creía que la poesía no era un objeto de lujo sino un artículo de primera necesidad. Lo mejor es que no se quedó en las palabras, sino que lo plasmó a la realidad con su antipoesía y sus artefactos, que no son más que un canal de expresión usando objetos cotidianos, del día a día pero a la vez tocando a fondo temas de todos.
Ahí reside la magia de los poetas, en especial la suya: coger un boli, un objeto y se te presenta con una verdad aplastante. Parra fue el primer antipoeta y cuando empezó en los años 40, era considerado un movimiento de vanguardia que fácilmente le podemos relacionar con la poesía objeto de Joan Brossa o con el más actual fotógrafo Chema Madoz. Todos ellos tienen en común el uso de objetos cotidianos en una composición como canal de expresión principal.
Nicanor hizo descarrilar la poesía tal y como se conocía en ese momento. La poesía de su época vivía impregnada del legado de Pablo Neruda con su tierno estilo poético. Frente esta solemnidad de la poesía, Nicanor sueltó los antipoemas a pasear como un estruendo, impactando y rompiendo.
¡Para qué hemos nacido como hombres, si nos dan una muerte de animales!
Nicanor ha sobrepasado los límites de la palabra y se ha abierto su propio cielo experimental y de expresión a través de lo que él llamaba los ‘artefactos’, las composiciones con objetos y mensajes siempre con una crítica corrosiva que me fascina.
El error consistió en creer que la tierra era nuestra cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la tierra
La última producción poética en la que estuvo trabajando Nicanor fueron los ecopoemas, a través de los cuales sacaba a relucir su parte más comprometida y defensora de la justicia social y la idea de que el ser humano ha de vivir en equilibrio con su medio. Eso sí, manteniendo su estilo afilado e intransigente.
Acabo esta reseña con un recopilatorio de algunos de sus poemas y frases que no tienen desperdicino:
No nos echemos tierra a los ojos: el automóvil es una silla de ruedas.
Cronos
En Santiago de Chile
Los
días
son
interminablemente
largos:
Varias eternidades en un día
Nos desplazamos a lomo de luma
Como los vendedores de cochayuyo:
Se bosteza. Se vuelve a bostezar.
Sin embargo las semanas son cortas
Los meses pasan a toda carrera
Ylosañosparecequevolaran.
No creo en la vía pacífica
no creo en la vía violenta
me gustaría creer
en algo pero no creo
creer es creer en Dios
lo único que yo hago
es encogerme de hombros
perdónenme la franqueza
no creo ni en la Vía Láctea.
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